Un acto de revelación, un gesto que hace visible lo que habitualmente permanece oculto. Mis pinturas originales y los fractales algorítmicos se encuentran en un espacio donde lo invisible cobra protagonismo. Como dos memorias que se rozan, cada imagen revela únicamente lo que no coincide, lo que se resiste a la uniformidad: un temblor, una línea que se quiebra, un color que se niega a fundirse. Cada obra es un manifiesto de lo que emerge en los intersticios, donde lo orgánico y lo digital no se funden, sino que se exponen mutuamente en su radical singularidad. Un territorio donde la imagen no suma, sino que sustrae; donde lo importante no es lo que se ve, sino lo que se revela cuando dos mundos se confrontan.